sábado, 3 de enero de 2015

Meditar.

Hoy puedo decir que estoy concentrada. Me siento en la banqueta que se apropió de mi trasero desde hace varios días, procuro mantener la espalda erguida después de haber estirado el cuello para la derecha y trac, para la izquierda y dos veces trac. Dicen que cuando hay toxinas suena. Debo haberme intoxicado sin darme cuenta. Tomo un sorbo de agua fresca.
Pongo la música que a mi me pinta, como no tengo cable auxiliar suena por la computadora con un exceso de agudos que a veces es molesto, le pongo volumen medio. Café del cosmic se llama. Me lleva. 

Qué será lo que me intriga tanto de lo desconocido, que me imposibilita el interés real hacia lo ya conocido? 
Leo un poco lo que escribo, y veo eso. Pienso que estoy algo loca, y sonrío. 

Cierro los ojos y respiro lentamente. El pecho se me expande y también manifiesta algo de dolor. Ando caminando bastante encorvada parece. Qué boluda. Muevo el torso hacia un lado y hacia otro, masajeando los músculos y órganos. La música determina la velocidad de mis movimientos. Y de mis pensamientos. 
El aire se empieza a complejizar, siento su olor, su temperatura en mi nariz. Cómo sus partículas entran en mi cuerpo y lo llenan de información. Me estremezco. 

La información es tanta, que no me permite análisis racional. Me limito a sentirla. 
Alguien entra y me hace una pregunta, la comienzo a responder con la lengua casi anestesiada. Se me entiende igual, y le agrego una sonrisa inevitable que llega a mi cara. Se recibió de la misma forma. La persona se va. 

Vuelvo. Respiro. Un cosquilleo general me recorre la piel, y puedo sentir como ella deja de ser límite. Algo que me desdibuja el cuerpo, lo traspasa. El cosquilleo es casi eléctrico. Son mis células vibrando. Abro los ojos lentamente, y mis manos en un movimiento involuntario se ponen palma frente a frente. Una luz suave y amarillenta, casi naranja, las bordea. Acerco las palmas, y al tocarse estos bordes, lo siento. Emanan calor. Muevo circularmente los dedos enfrentados y se siente como la fuerza de dos imanes que se repelen. Acerco más. El tacto, como una sensación de éxtasis me asombra. Me renueva el oxígeno. Son mis dedos tocándose. 

Bajo las manos. Miro al frente, gente que pasa caminando. 
Estiro la espalda otra vez. Mi mente está en blanco. 

La respuesta a mi pregunta de antes se dió sola. Si mi verdad es ésta, a las otras (si las hay), no las puedo tomar en serio. 

Sabrán disculparme.  

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