martes, 21 de noviembre de 2017

SUBIR.



Ciudad de México.
Noviembre, año 2017. Creo que es otoño. 

Un café y un cigarrillo en el balcón, ya van siendo las ocho. Cae la noche y los pensamientos parecieran emerger, te obligan a pensarlos, ya quieren eso. Bastante que no nos das cabida en todo el día. ¿Y en qué quiero pensar?
En el nuevo año que llega, en que antes de que terminara éste que corre terminaron otras cosas que cambian el curso levemente. En la fuerza física que estoy entrenando para tener, en las ventajas de tener a mi hermano cerca. 

El edificio está ubicado justo debajo de la ruta de los aviones. Pasa uno cada un minuto, sin cesar, pasa y allá a la vuelta viene el otro. Se anticipan con un ruido tremendo y ahí los veo a unos metros sobre mi cabeza. Pienso en cuando estuve ahí dentro. Tantos viajes y tantas cosas. 

La idea de seguir avanzando es la única que no se va. Las otras como que sí un poco; de qué cosa, cuál proyecto, a qué persona. A como dé lugar, se sigue para adelante. Empiezo a querer ir para arriba también. Adelante y arriba, un despegue. Sólo adelante y siempre habrá una pared. Abajo me entierro, ni hablar. Y marcha atrás chocaría con todo lo que fue, desordenando y rompiendo también conmigo. 

Decime, ¿qué deseas que pase? 
Ya soltamos, ya dijimos, ya merecemos innovar. 
Se me hace tan intenso el presente cuando estoy así... casi que me cuesta imaginar. Porque todo está ahora y yo soy acá y no hay nada más. 

Pero quiero subir, cierto, subir. Ahí vamos.